4-Cuarta clase teórica
FUNCIÓN HUMANA DEL ARTISTA I
Si, el Origen Creador postula una proposición, es porque es
considerada necesaria. La necesidad, antes dijimos, que es una sensación de
carencia de lo pretendido. El creador originario de la creación, debió sentir
la carencia del beneficio de lo pretendido, y eso pretendido se justifica en la
razón que lo declara necesario, por lo mismo, si se ajusta a la razón de ser
necesario ese ajuste, es en sí un valor. Sabemos ya que, valor, contiene el
deber de pretenderse y el derecho al beneficio de lo pretendido. El Origen
Creador de la Creación, pretende en la propuesta, la consecución de algo
similar que satisfaga su intención. Similar o semejante en la razón que lo
justifica necesario. La razón que motiva al creador de cualquier obra es una
imagen consecuente con su idea.
Si el creador es energía consciente que voluntariamente
propone un ser sensible, juicioso y responsable, ha de contener en sí, esa
naturaleza incondicional, juiciosa y responsable. Dijimos ya que la energía
contiene selectividad, intencionalidad y poder. El poder de la energía es
indudable porque es demostrativo en todo lo realizado, producto de las
transformaciones de la misma, pero la selectividad no es tan obvia, aunque se
manifiesta en las preferencias de cada individuo dentro de su naturaleza, por
ejemplo la selección natural, es también aceptada por la ciencia y esa
selección natural instintiva es energía manifiesta en las funciones vitales de
las especies, luego, ha de existir contenida en la energía. Otro aspecto
difícil de reconocer es la intencionalidad, pero si observamos la creación del
ser humano, podemos llegar a la conclusión de que si el ser humano es libre y
responsable y es al mismo tiempo, un objeto creado por la transformación de la energía, la energía
ha de contener en ´si alguna dosis intencional. Si no, ¿de dónde viene la
intencionalidad de los procesos de desarrollo genético y biológico?
Si llegamos a la conclusión de que la energía contiene
intencionalidad, selectividad y poder, debemos asumir que su selectividad,
opera en función de lo que es válido, justo y cumplido, por lo tanto, algún
regulador que determine lo valido, lo justo y lo cumplido debe contener, a ese
regulador custodio del valor, lo
denominamos conciencia. Conciencia, que al ser consciente del acomodo,
de la concordia y de la correlatividad sensible, establece la reciproca
complementariedad entre sus facultades
propositivas y funcionales. Eso es lo que denominamos base de cuatro
posiciones, la unión causa y consecuencia, y sujeto y objeto. La pretensión de
la unidad es una constante en toda la creación, entre todas las especies. Todas
ellas contienen aspectos característicos constantes e inmanentes que reflejan
las propiedades de la causa originaria de las especies naturales y que, a
continuación, vamos a estudiar en
detalle.
Para reconocer las cualidades de un origen causal ignorado,
la lógica nos dice que todo efecto es a su causa originaria como la causa es
manifiesta en el efecto, luego, si reducimos a todas las especies, como efecto
consecuente con la causa originaria a la que desconocemos, en seis categorías:
Humanos, (todos los humanos de todas las razas)
Animales, (todos los animales de todas las categorías,
insectos, aves, peces, reptiles y mamíferos)
Plantas, (todas las plantas)
Moléculas (todas las sustancias)
Átomos y
Partículas.
Podemos encontrar en todas y cada una de ellas, aspectos
similares. La primera condición que se repite en todos es, que en todas y cada
una de ellas se establece la dualidad de contener una Naturaleza directiva
Inherente y un aspecto dirigido por esa naturaleza. El humano contiene mente y
cuerpo, los animales están dotados con el instinto y con el cuerpo, los
vegetales disponen de una naturaleza directiva vegetativa y un cuerpo, las
moléculas también contienen una Naturaleza directiva inherente y un cuerpo o
sustancia dirigida, los átomos y partículas también contienen Naturaleza
Directiva Inherente y un Cuerpo o forma consecuente con la intensidad de su
movimiento. Si, en todas y cada una de estas seis categorías, se descubre
inserta en ellas la dualidad de mente y cuerpo o dirección y dirigido, en el
origen causal de las especies, ha de existir alguna dosis de finalidad y
función o de mente y cuerpo o de Naturaleza directiva y elementos dirigidos.
Así llegamos a la conclusión de que el origen causal de las especies contiene
alguna dosis de dirección y alguna cualidad dirigida. Esto no es nada nuevo, la
ciencia, afirma esa condición en la naturaleza de la energía que al transformarse
en fuerza provoca dirección, pero lo que ignora la ciencia es que además
contiene orientación, porque la
Naturaleza directiva de la energía, en sus transformaciones, pretende y propone
especies diferenciadas. Por lo tanto, orientación, dirección y recorrido, son
tres atributos contenidos en la fuerza. Y como fuerza es una transformación de
la energía, la energía, lógicamente contiene también esos mismos atributos.
Otra notoria cualidad compartida por todas y cada una de las
especies, es que en todas ellas, se establece la dualidad de masculino y
femenino o de positivo y negativo, sin que esto signifique que lo positivo es
bueno y lo negativo es malo, sino que existe una polaridad complementaria entre
diferentes cargas eléctricas en las partículas en los átomos y en las moléculas
con el catión y el anión, también en los vegetales con los pistilos y el
estambre y en los animales macho y hembra o en los humanos masculinos y
femeninos. Si, esta dualidad complementaria se establece en todas y cada una de
las categorías de las especies, es lógico deducir que en la naturaleza del
origen creador o de la causa originaria, han de existir también, aspectos de
masculinidad y femineidad así como
complementariedad eléctrica positiva y negativa. Postulado este compartido también por los
científicos, que reconocen esa polaridad en la energía.
La polaridad por sí sola no puede sostenerse, a no ser que
se establezca su complementariedad en la unidad, luego, la unidad es una fuerza
compartida por todas y cada una de las seis categorías de las especies.
Positivo y negativo se complementan en la unión, catión y anión, pistilo y
estambre, macho y hembra, masculino y femenino se complementan en la unidad. Si
todo lo creado contiene esa dualidad en
pro de la unidad, lo causal originario, debe contener también esa fuerza que
une en sí mismo.
Ya tenemos que el origen causal de la creación contiene
energía, poder y conciencia intencional selectiva y motivante, cuya necesidad
se orienta en el encuentro de un semejante, confiable o que se ajuste y
satisfaga. Esa esperanza o pretensión
por encontrar el valor de la concordia, lo motiva a la realización de una
semejante similar. Y, de entre todos los seres creados por la naturaleza de las
especies, la especie similar en libertad, autonomía y responsabilidad es la
humana. De donde se puede deducir que la intención del ser originario es la de
encontrar un ser semejante similar humano.
El humano semejante al responsable autónomo y libre es un
individuo libre autónomo y responsable. Responsable ¿de qué? ¿Qué es lo que el
humano debe cumplir para realizarse responsablemente? Debe cumplir la responsabilidad de
descubrirse a sí mismo en su naturaleza humana, para poderse declarar autónomo,
uno con la norma, uno con la ley uno con los principios de la razón, uno con la
razón que lo justifica necesario ante la pretensión y el propósito dictado para
él por su causa originaria. El propósito de ser feliz y hacer feliz a su
origen. ¿Cómo logra eso?
La causa originaria se da siempre libre y voluntariamente
por cumplir la máxima necesidad valida siempre y para todo, por lo mismo el
efecto creado semejante y similar a ella, ha de responder siempre y en todo al
cumplimiento de la máxima necesidad válida para todo. En segundo lugar, la
causa originaria justifica la razón que declara necesaria a esa necesidad
válida, luego el humano ha de reconocer la razón que justifica esa máxima
necesidad válida, y la naturaleza originaria responde siempre al cumplimiento
del deber, luego el humano, ha de responder siempre y en todo al cumplimiento
del deber.
Los deberes del desarrollo humano para la realización normal
son crecer, multiplicarse y dominar. ¿Por qué? Porque todas las especies
naturales crecen, se multiplican y ejercen el dominio sobre un área específica
y sobre unas funciones instintivas o incluidas en la naturaleza directiva de
cada una de las especies. Si todas las especies deben cumplir esa razón y el
humano es un individuo de una determinada especie, la humana, la especie humana
debe también cumplir con el requisito de crecer, multiplicarse y ejercer el
dominio de sus facultades.
Crecer, en el caso del miembro de una determinada especie es
motivado por la fuerza del instinto y del celo. El humano contiene una doble
característica es humano y animal. El animal humano se desarrolla por la fuerza
de los instintos, y el humano espiritual se desarrolla por la fuerza de su
conciencia. Conciencia e instinto son dos naturalezas directivas en función del
cumplimiento paralelo de dos finalidades, la salud y la maduración.
La maduración del crecimiento se establece cuando la mente
del hombre dirige al cuerpo en la realización del cumplimiento de los máximos
deberes naturales. La Naturaleza, siempre responde a las máximas necesidades
del momento y lugar, la máxima necesidad del infante es descubrir su naturaleza
humana. Por sobre asistir a la escuela, por sobre aprender tecnicismos de
matemáticas, física o química, historia o geografía, está el descubrir y
aprender el comportamiento natural. El descubrir que los instintos son
únicamente protectores custodios a los que se les debe dominar, y que las
necesidades humanas fundamentales se rigen por las virtudes de la prudencia,
firmeza y templanza que deben ser controladas por la conciencia de la unidad.
La unidad es ante todo y por sobre todas las cosas, la unidad con la naturaleza
humana primero, la unidad con el inmediato y la unidad con las especies
naturales. Para establecerse en unidad con la naturaleza humana es necesario
controlar el miedo, la ansiedad y la angustia. Se debe controlar el descanso
para no caer en el exceso y la alimentación para no extremarse. Se debe
controlar por sobre todas las cosas, el celo emocional, intelectual y
motivacional así como el celo reproductivo. Para no caer en la tentación del
apetito inter-genital prematuro. Prematuro es aquello que aún no está maduro.
El instinto reproductor es una fuerza que surge en la pubertad cuando se
adolece del conocimiento del amor, por lo mismo, es necesario en primer lugar,
descubrir que es el amor y su naturaleza humana, antes de establecer la
reproducción de un descendiente al que no se le podría educar en el verdadero
establecimiento vincular. El vínculo, no es un solo arrimo o dependencia, el vínculo
es la reciproca unidad en el afecto, en la justicia y en la responsabilidad.
Para que el vínculo en el verdadero amor se establezca, es necesario reconocer
antes cómo establecer esa relación reproductiva de manera que beneficie siempre
a todos y no únicamente al deseo de un individuo. Cuando el adolescente,
carente del conocimiento, busca la razón que justifica su naturaleza
reproductiva y la encuentra, descubre su función y al mismo tiempo, reconoce
cómo se establece su disfunción. Ese
descubrimiento del verdadero amor incondicional maduro en la unidad afectiva,
cognoscitiva y responsable, faculta al descubridor para madurar a su pareja
antes de establecer una relación reproductiva y sobre el conocimiento de esa
razón, ambos, pueden establecerse en la verdadera unidad incondicional
afectiva.
La Naturaleza de la Creación no elige, selecciona de forma
natural el que conviene, no el deseado, sino el que posibilita el mejoramiento
de la especie. El humano que se entrega de ese modo por el beneficio de la
familia, dispone de una naturaleza madura. Quien se dispone a la elección del
preferido declara su insuficiencia en esa elección, porque condiciona la
naturaleza humana a su propia preferencia y pierde de ese modo, la
incondicionalidad en la elección. Los primeros humanos no tuvieron elección y
eso fue de esa manera para facilitar la entrega mutua voluntaria e
incondicional. Recordemos que el ser humano es un ser responsable y responsable
es el que cumple voluntariamente con el deber de ser auténtico. El auténtico
humano es natural y la naturaleza no elige al preferido, elige al complemento
conveniente. Tanto el hombre como la mujer, han de estar dispuestos a cualquier
complemento para la realización incondicional del afecto maduro que beneficia a
la naturaleza humana y en eso, es el que conviene. Si la elección es
predeterminada, por la condición de ser el preferido o la preferida, se excluye
de la incondicionalidad y el amor, en ese caso, adquiere la naturaleza egoísta.
El egoísmo es lo contrario al altruismo. Si el máximo deber humano es darse por
el cumplimiento del deber de responder siempre y en todo a la máxima necesidad,
en el ejercicio de perpetuar a la especie, el sujeto y el objeto han de
responder al llamado de la naturaleza, no al deseo de los apetitos. El apetito
no es el instinto. El instinto, por naturaleza ejerce la selección natural,
pero el apetito no. El apetito únicamente dictamina preferencias sobre la base
de las conveniencias. Por ejemplo, conviene comer porque el hambre despierta en
el instinto la necesidad de alimentarse, en base a la carencia de energía; el
instinto es incondicional ante cualquier alimento que satisfaga el hambre, pero
el apetito predispone a preferir. Cuando el apetito predispone lo que conviene,
se satisfacen, el apetito, el instinto y la naturaleza, pero cuando el apetito
predispone lo que no conviene, tanto el apetito como el instinto y la
naturaleza se dañan o perjudican. Lo mismo ocurre cuando el apetito reproductor
predispone al individuo a la elección del ejercicio reproductivo prematuro
indecente, o adultero. En esos casos, el apetito, el instinto y la naturaleza
humana se perjudican.
En el ejercicio de la perpetuidad existe un elemento
importante de entender que es el activo constructor en su estado de adecuación,
y el activo detonante de una multitud de daños en su estado de inadecuación.
Este elemento es el celo. El celo es el servidor custodio de la unidad. Cuando
es adecuado, el celo es el mejor guardaespaldas, pero cuando se extrema nos
traiciona vilmente. El celo abarca todos los espacios de la naturaleza, los
fisiológicos y sicológicos.
El celo busca la unidad afectiva, cognoscitiva y
motivacional, pero además busca la unidad entre los géneros masculinos y
femeninos de la naturaleza.
El ser humano madura antes el celo instintivo que el celo
espiritual, pero para lograr la maduración espiritual primero debe madurar el
celo instintivo, esa es la categoría que determina y certifica la maduración
del ser humano. Un humano que no controla los instintos no es maduro. Quien,
frente a una situación de riesgo se angustia y lo teme, no se supera, y quien
se ansia, pierde el control. Quien cada vez que ve comida come, se transforma
en bulímico, quien no come en anoréxico; quien cada vez que le apetece se
duerme, acaba con trastornos de sueño, quien no duerme trastorna sus nervios.
Quien cada vez que ve a un complemento de género lo viola se transforma en
degenerado quien siempre se abstiene, su castidad contraría la norma de la
perpetuidad de su linaje o de la especie. Por lo tanto, el control y dominio
sobre los instintos es un dictamen natural que el individuo ha de cumplir para
declararse humanamente maduro en la normalidad.
El adolescente sufre el paso de la infancia a la pubertad
antes de reconocer su condición humana madura, porque la maduración en la
condición humana solo se reconoce una vez que ha superado la prueba de dominar
los instintos.
Ese momento entre la pubertad y la superación de la
adolescencia es muy delicado. El niño y la niña establecen estructuras de
desarrollo diferenciadas.
La niña se reconoce madura en la menstruación y adquiere el
sentido de la individualización, de la justificación de su criterio aún en
estado adolescente puesto que adolece o carece del conocimiento de la
naturaleza humana madura, porque aún no tuvo la experiencia y para lograr esa
experiencia necesita del complemento masculino maduro. Y adquiere el sentido
del deber ser madre. La orientación fundamental femenina por naturaleza, es la
de esperar ser madre. Pero para ser madre necesita del marido y las
expectativas de la selección natural humana frente a la elección del marido,
predisponen a la mujer al encuentro con tres atributos que el esposo debe
contener: dominio, inteligencia y afecto, en otras palabras, lo que la
femineidad espera en la masculinidad es encontrar un líder, un maestro y un
padre en el complemento masculino. Esas tres condiciones son las preferidas por
la naturaleza femenina.
La orientación fundamental masculina, también es la de
esperar ser padre, y como en el caso de la mujer, también necesita del complemento,
la esposa. Las expectativas de la selección natural masculina son distintas a
las de la mujer. La masculinidad no espera a un padre, ni a un maestro ni a un
líder en la femineidad porque compiten con su naturaleza masculina. A la
masculinidad no le gusta esperar del
complemento porque su naturaleza es la
de proponer pero, la feminidad espera que el complemento proponga. La
masculinidad disfruta entregando la femineidad disfruta recibiendo. De esa
manera se establece la relación reproductiva. La feminidad se adorna y
embellece para que la masculinidad proponga el encuentro. Pero si la feminidad
propone el encuentro descalifica la naturaleza masculina del que se entrega y
lo hace sentir desubicado. Lo mismo ocurre si la masculinidad espera que la feminidad
proponga. A la naturaleza femenina no le agrada que el masculino espere, le
agrada que proponga y entregue. De esta naturaleza se derivan una cantidad
indescifrable de tradiciones, como la de abrir la puerta a la mujer para que
pase, o la de construir la casa, elegir el auto; decidir el lugar donde se
instalen para vivir, la entrega de regalos, flores, la preferencia de que el
marido se encargue de la situación financiera de la familia, etc.
Estamos hablando de las preferencias naturales de las diferencias
de género, no de las preferencias de los individuos, cada uno puede elegir ser
como quiera frente a la naturaleza de su condición de género, pero la
naturaleza masculina dictamina preferencias masculinas y la naturaleza femenina
dictamina preferencias femeninas que van en pro de la selección natural de cada
especie.
Volviendo al tema de la adolescencia, la naturaleza
masculina dictamina que para madurar, el hombre, ha de controlar el celo para
que establezca la unidad en justicia y correlatividad con su naturaleza humana
masculina. Es decir, el joven, para hacerse hombre, ha de controlar los
extremos emocionales, captando siempre y en cada lugar la máxima necesidad
válida para todo, de ese modo, la elección de la alternativa válida, beneficia
siempre a todo y no recibe reclamo, acusación o rechazo de nadie. De ese modo
libera a su capacidad emocional de ser declarada insuficiente. Al captar las
máximas necesidades válidas para todo se declara sensible. El joven, para
hacerse hombre, ha de controlar los extremos intelectuales, reconociendo
siempre y en todo, la razón que justifica la validez de la necesidad máxima
captada, o percibida. Al reconocer válida la razón encuentra el juicio justo
que justifica a esa necesidad válida y se declara inteligente. El juicio justo
no admite acusación alguna, ni reclamo ni rechazo, de ese modo, libera a su
intelecto de ser calificado insuficiente. El joven, para hacerse hombre, ha de
controlar los extremos conductuales o motivacionales, respondiendo siempre al
cumplimiento del máximo deber necesario, que por ser válido para todo, no
perjudica nunca a nadie. De ese modo, se realiza en lo constructivo, en lo
auténtico e íntegro, y se libera de la acusación, del reclamo y del rechazo. De
ese modo evita ser calificado insuficiente.
El joven, para hacerse hombre, ha de superar la tentación
del miedo, de la indiferencia y del apetito inter-genital prematuro.
Cuando los padres declaran que el joven dispone del hábito
repetido al control del celo, lo pueden emancipar. Solo, sobre ese fundamento
pueden declararlo maduro. La emancipación del hijo, no corresponde al estado,
ni al presidente de gobierno alguno, corresponde a los padres que han seguido
de cerca en su intimidad el desarrollo y cumplimiento de los logros en la
moral, en la ética y en la relación con la naturaleza humana establecida por el
joven adolescente.
Un joven adolescente asume su condición de adulto en su
conducta orientada hacia el bienestar de los demás. El bien común es asumido
por él como misión de vida. Esa orientación hacia el cumplimiento de su misión
pública es lo que le declara maduro. Sin superar el egoísmo, el joven no supera
la adolescencia.
Superar el egoísmo no es ser caritativo o generoso una vez,
es ser voluntario e incondicional siempre ante la solución necesaria en el
lugar en donde esté. De ese modo surgen cosas extraordinarias y nunca antes
vistas, como la curación de los trastornos sicológicos, el desarrollo de la
autoestima y seguridad en si mismo. La responsabilidad y respeto del resto y
ese poder atractivo beneficia al que lo ejercita en todos los aspectos.
Esto que todos intuimos de algún modo, nunca fue
explícitamente aclarado. Ahora lo podemos comprender en su totalidad, por eso
sabemos cómo pasa el adolescente a la categoría de maduro.
En el dinamismo de responder a la máxima necesidad máxima,
válida para todo se despiertan ideas interesantes, se realizan trabajos
excelentes y se adquiere la calidad de ser admirables. Esa admiración conecta a
las personas que te observan como al líder, maestro y modelo ejemplar. De este
atractivo se produce la posibilidad de encontrar una pareja adecuada que
comparta el mismo ideal normalizado y que posibilite la generación de nuevos
seres humanos, genética y espiritualmente, saludables y auténticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario