domingo, 21 de abril de 2013

4- FUNCIÓN HUMANA DEL ARTISTA I


4-Cuarta clase teórica
FUNCIÓN  HUMANA DEL ARTISTA I
Si, el Origen Creador postula una proposición, es porque es considerada necesaria. La necesidad, antes dijimos, que es una sensación de carencia de lo pretendido. El creador originario de la creación, debió sentir la carencia del beneficio de lo pretendido, y eso pretendido se justifica en la razón que lo declara necesario, por lo mismo, si se ajusta a la razón de ser necesario ese ajuste, es en sí un valor. Sabemos ya que, valor, contiene el deber de pretenderse y el derecho al beneficio de lo pretendido. El Origen Creador de la Creación, pretende en la propuesta, la consecución de algo similar que satisfaga su intención. Similar o semejante en la razón que lo justifica necesario. La razón que motiva al creador de cualquier obra es una imagen consecuente con su idea.
Si el creador es energía consciente que voluntariamente propone un ser sensible, juicioso y responsable, ha de contener en sí, esa naturaleza incondicional, juiciosa y responsable. Dijimos ya que la energía contiene selectividad, intencionalidad y poder. El poder de la energía es indudable porque es demostrativo en todo lo realizado, producto de las transformaciones de la misma, pero la selectividad no es tan obvia, aunque se manifiesta en las preferencias de cada individuo dentro de su naturaleza, por ejemplo la selección natural, es también aceptada por la ciencia y esa selección natural instintiva es energía manifiesta en las funciones vitales de las especies, luego, ha de existir contenida en la energía. Otro aspecto difícil de reconocer es la intencionalidad, pero si observamos la creación del ser humano, podemos llegar a la conclusión de que si el ser humano es libre y responsable y es al mismo tiempo, un objeto creado por  la transformación de la energía, la energía ha de contener en ´si alguna dosis intencional. Si no, ¿de dónde viene la intencionalidad de los procesos de desarrollo genético y biológico?

Si llegamos a la conclusión de que la energía contiene intencionalidad, selectividad y poder, debemos asumir que su selectividad, opera en función de lo que es válido, justo y cumplido, por lo tanto, algún regulador que determine lo valido, lo justo y lo cumplido debe contener, a ese regulador custodio del valor, lo  denominamos conciencia. Conciencia, que al ser consciente del acomodo, de la concordia y de la correlatividad sensible, establece la reciproca complementariedad entre sus facultades  propositivas y funcionales. Eso es lo que denominamos base de cuatro posiciones, la unión causa y consecuencia, y sujeto y objeto. La pretensión de la unidad es una constante en toda la creación, entre todas las especies. Todas ellas contienen aspectos característicos constantes e inmanentes que reflejan las propiedades de la causa originaria de las especies naturales y que, a continuación,  vamos a estudiar en detalle.
Para reconocer las cualidades de un origen causal ignorado, la lógica nos dice que todo efecto es a su causa originaria como la causa es manifiesta en el efecto, luego, si reducimos a todas las especies, como efecto consecuente con la causa originaria a la que desconocemos, en seis categorías:
Humanos, (todos los humanos de todas las razas)
Animales, (todos los animales de todas las categorías, insectos, aves, peces, reptiles y mamíferos)
Plantas, (todas las plantas)
Moléculas (todas las sustancias)
Átomos y
Partículas.
Podemos encontrar en todas y cada una de ellas, aspectos similares. La primera condición que se repite en todos es, que en todas y cada una de ellas se establece la dualidad de contener una Naturaleza directiva Inherente y un aspecto dirigido por esa naturaleza. El humano contiene mente y cuerpo, los animales están dotados con el instinto y con el cuerpo, los vegetales disponen de una naturaleza directiva vegetativa y un cuerpo, las moléculas también contienen una Naturaleza directiva inherente y un cuerpo o sustancia dirigida, los átomos y partículas también contienen Naturaleza Directiva Inherente y un Cuerpo o forma consecuente con la intensidad de su movimiento. Si, en todas y cada una de estas seis categorías, se descubre inserta en ellas la dualidad de mente y cuerpo o dirección y dirigido, en el origen causal de las especies, ha de existir alguna dosis de finalidad y función o de mente y cuerpo o de Naturaleza directiva y elementos dirigidos. Así llegamos a la conclusión de que el origen causal de las especies contiene alguna dosis de dirección y alguna cualidad dirigida. Esto no es nada nuevo, la ciencia, afirma esa condición en la naturaleza de la energía que al transformarse en fuerza provoca dirección, pero lo que ignora la ciencia es que además contiene orientación,  porque la Naturaleza directiva de la energía, en sus transformaciones, pretende y propone especies diferenciadas. Por lo tanto, orientación, dirección y recorrido, son tres atributos contenidos en la fuerza. Y como fuerza es una transformación de la energía, la energía, lógicamente contiene también esos mismos atributos.

Otra notoria cualidad compartida por todas y cada una de las especies, es que en todas ellas, se establece la dualidad de masculino y femenino o de positivo y negativo, sin que esto signifique que lo positivo es bueno y lo negativo es malo, sino que existe una polaridad complementaria entre diferentes cargas eléctricas en las partículas en los átomos y en las moléculas con el catión y el anión, también en los vegetales con los pistilos y el estambre y en los animales macho y hembra o en los humanos masculinos y femeninos. Si, esta dualidad complementaria se establece en todas y cada una de las categorías de las especies, es lógico deducir que en la naturaleza del origen creador o de la causa originaria, han de existir también, aspectos de masculinidad y femineidad así como  complementariedad eléctrica positiva y negativa.  Postulado este compartido también por los científicos, que reconocen esa polaridad en la energía.
La polaridad por sí sola no puede sostenerse, a no ser que se establezca su complementariedad en la unidad, luego, la unidad es una fuerza compartida por todas y cada una de las seis categorías de las especies. Positivo y negativo se complementan en la unión, catión y anión, pistilo y estambre, macho y hembra, masculino y femenino se complementan en la unidad. Si todo lo creado contiene esa dualidad  en pro de la unidad, lo causal originario, debe contener también esa fuerza que une en sí mismo.

Ya tenemos que el origen causal de la creación contiene energía, poder y conciencia intencional selectiva y motivante, cuya necesidad se orienta en el encuentro de un semejante, confiable o que se ajuste y satisfaga.  Esa esperanza o pretensión por encontrar el valor de la concordia, lo motiva a la realización de una semejante similar. Y, de entre todos los seres creados por la naturaleza de las especies, la especie similar en libertad, autonomía y responsabilidad es la humana. De donde se puede deducir que la intención del ser originario es la de encontrar un ser semejante similar humano.
El humano semejante al responsable autónomo y libre es un individuo libre autónomo y responsable. Responsable ¿de qué? ¿Qué es lo que el humano debe cumplir para realizarse responsablemente?  Debe cumplir la responsabilidad de descubrirse a sí mismo en su naturaleza humana, para poderse declarar autónomo, uno con la norma, uno con la ley uno con los principios de la razón, uno con la razón que lo justifica necesario ante la pretensión y el propósito dictado para él por su causa originaria. El propósito de ser feliz y hacer feliz a su origen. ¿Cómo logra eso?

La causa originaria se da siempre libre y voluntariamente por cumplir la máxima necesidad valida siempre y para todo, por lo mismo el efecto creado semejante y similar a ella, ha de responder siempre y en todo al cumplimiento de la máxima necesidad válida para todo. En segundo lugar, la causa originaria justifica la razón que declara necesaria a esa necesidad válida, luego el humano ha de reconocer la razón que justifica esa máxima necesidad válida, y la naturaleza originaria responde siempre al cumplimiento del deber, luego el humano, ha de responder siempre y en todo al cumplimiento del deber.
Los deberes del desarrollo humano para la realización normal son crecer, multiplicarse y dominar. ¿Por qué? Porque todas las especies naturales crecen, se multiplican y ejercen el dominio sobre un área específica y sobre unas funciones instintivas o incluidas en la naturaleza directiva de cada una de las especies. Si todas las especies deben cumplir esa razón y el humano es un individuo de una determinada especie, la humana, la especie humana debe también cumplir con el requisito de crecer, multiplicarse y ejercer el dominio de sus facultades.
Crecer, en el caso del miembro de una determinada especie es motivado por la fuerza del instinto y del celo. El humano contiene una doble característica es humano y animal. El animal humano se desarrolla por la fuerza de los instintos, y el humano espiritual se desarrolla por la fuerza de su conciencia. Conciencia e instinto son dos naturalezas directivas en función del cumplimiento paralelo de dos finalidades, la salud y la maduración.

La maduración del crecimiento se establece cuando la mente del hombre dirige al cuerpo en la realización del cumplimiento de los máximos deberes naturales. La Naturaleza, siempre responde a las máximas necesidades del momento y lugar, la máxima necesidad del infante es descubrir su naturaleza humana. Por sobre asistir a la escuela, por sobre aprender tecnicismos de matemáticas, física o química, historia o geografía, está el descubrir y aprender el comportamiento natural. El descubrir que los instintos son únicamente protectores custodios a los que se les debe dominar, y que las necesidades humanas fundamentales se rigen por las virtudes de la prudencia, firmeza y templanza que deben ser controladas por la conciencia de la unidad. La unidad es ante todo y por sobre todas las cosas, la unidad con la naturaleza humana primero, la unidad con el inmediato y la unidad con las especies naturales. Para establecerse en unidad con la naturaleza humana es necesario controlar el miedo, la ansiedad y la angustia. Se debe controlar el descanso para no caer en el exceso y la alimentación para no extremarse. Se debe controlar por sobre todas las cosas, el celo emocional, intelectual y motivacional así como el celo reproductivo. Para no caer en la tentación del apetito inter-genital prematuro. Prematuro es aquello que aún no está maduro. El instinto reproductor es una fuerza que surge en la pubertad cuando se adolece del conocimiento del amor, por lo mismo, es necesario en primer lugar, descubrir que es el amor y su naturaleza humana, antes de establecer la reproducción de un descendiente al que no se le podría educar en el verdadero establecimiento vincular. El vínculo, no es un solo arrimo o dependencia, el vínculo es la reciproca unidad en el afecto, en la justicia y en la responsabilidad. Para que el vínculo en el verdadero amor se establezca, es necesario reconocer antes cómo establecer esa relación reproductiva de manera que beneficie siempre a todos y no únicamente al deseo de un individuo. Cuando el adolescente, carente del conocimiento, busca la razón que justifica su naturaleza reproductiva y la encuentra, descubre su función y al mismo tiempo, reconoce cómo se  establece su disfunción. Ese descubrimiento del verdadero amor incondicional maduro en la unidad afectiva, cognoscitiva y responsable, faculta al descubridor para madurar a su pareja antes de establecer una relación reproductiva y sobre el conocimiento de esa razón, ambos, pueden establecerse en la verdadera unidad incondicional afectiva.
La Naturaleza de la Creación no elige, selecciona de forma natural el que conviene, no el deseado, sino el que posibilita el mejoramiento de la especie. El humano que se entrega de ese modo por el beneficio de la familia, dispone de una naturaleza madura. Quien se dispone a la elección del preferido declara su insuficiencia en esa elección, porque condiciona la naturaleza humana a su propia preferencia y pierde de ese modo, la incondicionalidad en la elección. Los primeros humanos no tuvieron elección y eso fue de esa manera para facilitar la entrega mutua voluntaria e incondicional. Recordemos que el ser humano es un ser responsable y responsable es el que cumple voluntariamente con el deber de ser auténtico. El auténtico humano es natural y la naturaleza no elige al preferido, elige al complemento conveniente. Tanto el hombre como la mujer, han de estar dispuestos a cualquier complemento para la realización incondicional del afecto maduro que beneficia a la naturaleza humana y en eso, es el que conviene. Si la elección es predeterminada, por la condición de ser el preferido o la preferida, se excluye de la incondicionalidad y el amor, en ese caso, adquiere la naturaleza egoísta. El egoísmo es lo contrario al altruismo. Si el máximo deber humano es darse por el cumplimiento del deber de responder siempre y en todo a la máxima necesidad, en el ejercicio de perpetuar a la especie, el sujeto y el objeto han de responder al llamado de la naturaleza, no al deseo de los apetitos. El apetito no es el instinto. El instinto, por naturaleza ejerce la selección natural, pero el apetito no. El apetito únicamente dictamina preferencias sobre la base de las conveniencias. Por ejemplo, conviene comer porque el hambre despierta en el instinto la necesidad de alimentarse, en base a la carencia de energía; el instinto es incondicional ante cualquier alimento que satisfaga el hambre, pero el apetito predispone a preferir. Cuando el apetito predispone lo que conviene, se satisfacen, el apetito, el instinto y la naturaleza, pero cuando el apetito predispone lo que no conviene, tanto el apetito como el instinto y la naturaleza se dañan o perjudican. Lo mismo ocurre cuando el apetito reproductor predispone al individuo a la elección del ejercicio reproductivo prematuro indecente, o adultero. En esos casos, el apetito, el instinto y la naturaleza humana se perjudican.
En el ejercicio de la perpetuidad existe un elemento importante de entender que es el activo constructor en su estado de adecuación, y el activo detonante de una multitud de daños en su estado de inadecuación. Este elemento es el celo. El celo es el servidor custodio de la unidad. Cuando es adecuado, el celo es el mejor guardaespaldas, pero cuando se extrema nos traiciona vilmente. El celo abarca todos los espacios de la naturaleza, los fisiológicos y sicológicos.
El celo busca la unidad afectiva, cognoscitiva y motivacional, pero además busca la unidad entre los géneros masculinos y femeninos de la naturaleza.
El ser humano madura antes el celo instintivo que el celo espiritual, pero para lograr la maduración espiritual primero debe madurar el celo instintivo, esa es la categoría que determina y certifica la maduración del ser humano. Un humano que no controla los instintos no es maduro. Quien, frente a una situación de riesgo se angustia y lo teme, no se supera, y quien se ansia, pierde el control. Quien cada vez que ve comida come, se transforma en bulímico, quien no come en anoréxico; quien cada vez que le apetece se duerme, acaba con trastornos de sueño, quien no duerme trastorna sus nervios. Quien cada vez que ve a un complemento de género lo viola se transforma en degenerado quien siempre se abstiene, su castidad contraría la norma de la perpetuidad de su linaje o de la especie. Por lo tanto, el control y dominio sobre los instintos es un dictamen natural que el individuo ha de cumplir para declararse humanamente maduro en la normalidad.

El adolescente sufre el paso de la infancia a la pubertad antes de reconocer su condición humana madura, porque la maduración en la condición humana solo se reconoce una vez que ha superado la prueba de dominar los instintos.

Ese momento entre la pubertad y la superación de la adolescencia es muy delicado. El niño y la niña establecen estructuras de desarrollo diferenciadas.
La niña se reconoce madura en la menstruación y adquiere el sentido de la individualización, de la justificación de su criterio aún en estado adolescente puesto que adolece o carece del conocimiento de la naturaleza humana madura, porque aún no tuvo la experiencia y para lograr esa experiencia necesita del complemento masculino maduro. Y adquiere el sentido del deber ser madre. La orientación fundamental femenina por naturaleza, es la de esperar ser madre. Pero para ser madre necesita del marido y las expectativas de la selección natural humana frente a la elección del marido, predisponen a la mujer al encuentro con tres atributos que el esposo debe contener: dominio, inteligencia y afecto, en otras palabras, lo que la femineidad espera en la masculinidad es encontrar un líder, un maestro y un padre en el complemento masculino. Esas tres condiciones son las preferidas por la naturaleza femenina.
La orientación fundamental masculina, también es la de esperar ser padre, y como en el caso de la mujer, también necesita del complemento, la esposa. Las expectativas de la selección natural masculina son distintas a las de la mujer. La masculinidad no espera a un padre, ni a un maestro ni a un líder en la femineidad porque compiten con su naturaleza masculina. A la masculinidad no le gusta esperar  del complemento porque  su naturaleza es la de proponer pero, la feminidad espera que el complemento proponga. La masculinidad disfruta entregando la femineidad disfruta recibiendo. De esa manera se establece la relación reproductiva. La feminidad se adorna y embellece para que la masculinidad proponga el encuentro. Pero si la feminidad propone el encuentro descalifica la naturaleza masculina del que se entrega y lo hace sentir desubicado. Lo mismo ocurre si la masculinidad espera que la feminidad proponga. A la naturaleza femenina no le agrada que el masculino espere, le agrada que proponga y entregue. De esta naturaleza se derivan una cantidad indescifrable de tradiciones, como la de abrir la puerta a la mujer para que pase, o la de construir la casa, elegir el auto; decidir el lugar donde se instalen para vivir, la entrega de regalos, flores, la preferencia de que el marido se encargue de la situación financiera de la familia, etc.
Estamos hablando de las preferencias naturales de las diferencias de género, no de las preferencias de los individuos, cada uno puede elegir ser como quiera frente a la naturaleza de su condición de género, pero la naturaleza masculina dictamina preferencias masculinas y la naturaleza femenina dictamina preferencias femeninas que van en pro de la selección natural de cada especie.

Volviendo al tema de la adolescencia, la naturaleza masculina dictamina que para madurar, el hombre, ha de controlar el celo para que establezca la unidad en justicia y correlatividad con su naturaleza humana masculina. Es decir, el joven, para hacerse hombre, ha de controlar los extremos emocionales, captando siempre y en cada lugar la máxima necesidad válida para todo, de ese modo, la elección de la alternativa válida, beneficia siempre a todo y no recibe reclamo, acusación o rechazo de nadie. De ese modo libera a su capacidad emocional de ser declarada insuficiente. Al captar las máximas necesidades válidas para todo se declara sensible. El joven, para hacerse hombre, ha de controlar los extremos intelectuales, reconociendo siempre y en todo, la razón que justifica la validez de la necesidad máxima captada, o percibida. Al reconocer válida la razón encuentra el juicio justo que justifica a esa necesidad válida y se declara inteligente. El juicio justo no admite acusación alguna, ni reclamo ni rechazo, de ese modo, libera a su intelecto de ser calificado insuficiente. El joven, para hacerse hombre, ha de controlar los extremos conductuales o motivacionales, respondiendo siempre al cumplimiento del máximo deber necesario, que por ser válido para todo, no perjudica nunca a nadie. De ese modo, se realiza en lo constructivo, en lo auténtico e íntegro, y se libera de la acusación, del reclamo y del rechazo. De ese modo evita ser calificado insuficiente.
El joven, para hacerse hombre, ha de superar la tentación del miedo, de la indiferencia y del apetito inter-genital prematuro.
Cuando los padres declaran que el joven dispone del hábito repetido al control del celo, lo pueden emancipar. Solo, sobre ese fundamento pueden declararlo maduro. La emancipación del hijo, no corresponde al estado, ni al presidente de gobierno alguno, corresponde a los padres que han seguido de cerca en su intimidad el desarrollo y cumplimiento de los logros en la moral, en la ética y en la relación con la naturaleza humana establecida por el joven adolescente.

Un joven adolescente asume su condición de adulto en su conducta orientada hacia el bienestar de los demás. El bien común es asumido por él como misión de vida. Esa orientación hacia el cumplimiento de su misión pública es lo que le declara maduro. Sin superar el egoísmo, el joven no supera la adolescencia.
Superar el egoísmo no es ser caritativo o generoso una vez, es ser voluntario e incondicional siempre ante la solución necesaria en el lugar en donde esté. De ese modo surgen cosas extraordinarias y nunca antes vistas, como la curación de los trastornos sicológicos, el desarrollo de la autoestima y seguridad en si mismo. La responsabilidad y respeto del resto y ese poder atractivo beneficia al que lo ejercita en todos los aspectos.
Esto que todos intuimos de algún modo, nunca fue explícitamente aclarado. Ahora lo podemos comprender en su totalidad, por eso sabemos cómo pasa el adolescente a la categoría de maduro.

En el dinamismo de responder a la máxima necesidad máxima, válida para todo se despiertan ideas interesantes, se realizan trabajos excelentes y se adquiere la calidad de ser admirables. Esa admiración conecta a las personas que te observan como al líder, maestro y modelo ejemplar. De este atractivo se produce la posibilidad de encontrar una pareja adecuada que comparta el mismo ideal normalizado y que posibilite la generación de nuevos seres humanos, genética y espiritualmente, saludables y auténticos.

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