5- Quinta Clase Teórica
FUNCIÓN HUMANA
DEL ARTISTA II
La emancipación de los padres, sobre la base del dominio del
celo, califica al individuo humano y posibilita el cumplimiento de su dictamen
familiar natural. Para eso, ha de unirse al complemento de género, también
emancipado. Hemos explicado claramente que la emancipación no es salirse de la
familia, sino calificarse maduro y la certificación de madurez es designada por
los padres que observan el comportamiento de los hijos y advierten la
disciplina de dominio sobre el celo en sus hábitos y costumbres.
La naturaleza humana masculina habituada a responder al
cumplimiento de las máximas necesidades válidas para todo, habituada al
reconocimiento del juicio justo y habituado a responder responsablemente al cumplimiento
del deber, se realiza en quien opera de manera natural y normada. Cuando un
hombre y una mujer adquieren su naturaleza humana masculina y femenina, están
en condiciones de formar una familia para el disfrute de los vínculos en
similitud, concordia y correlatividad afectiva. De ese modo, se elimina la
posibilidad de que aparezcan trastornos de personalidad, carencia de afecto,
inseguridad, crisis de identidad, crisis motivacional o crisis existencial. Se
elimina la posibilidad de deficiencias, frustraciones y falta de autoestima. El
núcleo gestor familiar, compuesto por padres maduros en su naturaleza humana,
elimina la posibilidad de los excesos e insuficiencias. Cuando en la familia,
todos los miembros controlan el celo y se orientan en responder siempre al
cumplimiento del máximo deber necesario, no existe posibilidad alguna de
rechazo, acusación o reclamo. En esa familia se domina al egoísmo. Se controlan
los extremos y en la moderación se unen todos en el disfrute vincular. Una
familia establecida sobre este fundamento se califica verdadera, sagrada y
natural. Las generaciones futuras adquieren la tradición de la norma y se
realizan normadas en la naturaleza humana. Al establecerse el núcleo gestor de
la naturaleza humana, el descendiente recibe una verdadera educación, un
verdadero modelo de identidad, un hogar donde la norma es la similitud o
semejanza, en el afecto y la sinceridad, en la responsabilidad y autoridad.
La multiplicación de la naturaleza humana en los
descendientes, origina una tribu
orientada en la cooperación del bien común. La maduración sensible de los
padres en la captación de las máximas necesidades válidas para todos, asume una
función fiscalizadora de las conductas y comportamiento de sus descendientes,
siendo ellos los jueces y abogados de su tribu, los líderes y maestros de su
educación, los protectores y proveedores de lo necesario.
En esta familia natural las relaciones se establecen siempre
orientadas en una finalidad compartida que beneficie a todos en su naturaleza.
Y quien pretende o propone un bien común, seduce con afecto atendiendo,
entendiendo y estando siempre atento a las necesidades, intereses u
obligaciones del otro para el bien de todo; persuade con la verdad siendo
sincero y objetivo en el juicio justo y motiva con el ejemplo de lo correcto,
adecuado y completo. Por lo tanto el otro, el receptor, responde motivado,
confiado o convencido y atraído por el derecho a disfrutar del bien propuesto.
Esta dinámica posibilita la ética en las relaciones interpersonales y facilita
la amistad, el entendimiento y la cooperación entre personas.
La formación y maduración moral del individuo que controla
el celo y los instintos, que domina las virtudes de la prudencia en la elección
de alternativas válidas, de firmeza en el cumplimiento del deber y de templanza
frente a las diferencias y que domina los extremos emocionales, intelectuales y
motivacionales, al establecer su núcleo gestor familiar, sobre la base de la
conquista de su naturaleza humana, experimenta la sensación de correlatividad
vincular filio-paternal (de él hacia sus padres) . Experimenta la sensación de
correlatividad vincular fraterno-conyugal (de él, o ella, con su pareja) y
experimenta la sensación de correlatividad paterno- filial (del padre al hijo)
en ese establecimiento de correlatividad afectiva se confían y convencen en la
concordia de las razones naturales y se asemejan en la similitud de sus
conductas, pensamientos y juicios. El parecido entre diferentes, posibilita la
conexión y en ese atractivo conectivo se elimina la posibilidad del desprecio.
El humano maduro en su naturaleza no desprecia, no acusa ni reclama, porque al
ser maduro responde, resuelve y realiza
lo necesario. El ser maduro no critica, reprocha o reclama porque su
sensibilidad madura está siempre atenta a atender, entender y estar atento a
las necesidades máximas que benefician siempre a todo. El ser maduro realiza,
corrige y orienta. En un ambiente
compuesto por maduros se respira beneficio, certeza y felicidad.
El reclamo no resuelve, solo declara el error o al errado,
pero no resuelve el problema, lo mismo ocurre con quien acusa. Afirmar al
originario de un problema no lo soluciona y menos el que lo rechaza. Por lo
mismo, el reclamo es solo una ofensa sobre el reclamado porque lo descalifica,
la acusación es solo la declaración del autor de un error, que sigue existiendo
aun conociendo al que lo causó. Estas conductas son antinaturales, no
benefician nunca a nadie, por eso no se ven en la Naturaleza de las especies
naturales. El instinto no reclama, resuelve; no acusa, soluciona y no rechaza,
realiza. El instinto cumple el rol de protector custodio. Si el animal humano
que llevamos en cada uno de nosotros cumple, resuelve y responde ¿cómo es
posible que la conciencia inteligente y responsable de los humanos no lo haga?
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