domingo, 21 de abril de 2013

5-FUNCIÓN HUMANA DEL ARTISTA II


5- Quinta Clase Teórica
FUNCIÓN HUMANA DEL ARTISTA II
La emancipación de los padres, sobre la base del dominio del celo, califica al individuo humano y posibilita el cumplimiento de su dictamen familiar natural. Para eso, ha de unirse al complemento de género, también emancipado. Hemos explicado claramente que la emancipación no es salirse de la familia, sino calificarse maduro y la certificación de madurez es designada por los padres que observan el comportamiento de los hijos y advierten la disciplina de dominio sobre el celo en sus hábitos y costumbres.
La naturaleza humana masculina habituada a responder al cumplimiento de las máximas necesidades válidas para todo, habituada al reconocimiento del juicio justo y habituado a responder responsablemente al cumplimiento del deber, se realiza en quien opera de manera natural y normada. Cuando un hombre y una mujer adquieren su naturaleza humana masculina y femenina, están en condiciones de formar una familia para el disfrute de los vínculos en similitud, concordia y correlatividad afectiva. De ese modo, se elimina la posibilidad de que aparezcan trastornos de personalidad, carencia de afecto, inseguridad, crisis de identidad, crisis motivacional o crisis existencial. Se elimina la posibilidad de deficiencias, frustraciones y falta de autoestima. El núcleo gestor familiar, compuesto por padres maduros en su naturaleza humana, elimina la posibilidad de los excesos e insuficiencias. Cuando en la familia, todos los miembros controlan el celo y se orientan en responder siempre al cumplimiento del máximo deber necesario, no existe posibilidad alguna de rechazo, acusación o reclamo. En esa familia se domina al egoísmo. Se controlan los extremos y en la moderación se unen todos en el disfrute vincular. Una familia establecida sobre este fundamento se califica verdadera, sagrada y natural. Las generaciones futuras adquieren la tradición de la norma y se realizan normadas en la naturaleza humana. Al establecerse el núcleo gestor de la naturaleza humana, el descendiente recibe una verdadera educación, un verdadero modelo de identidad, un hogar donde la norma es la similitud o semejanza, en el afecto y la sinceridad, en la responsabilidad y autoridad.
La multiplicación de la naturaleza humana en los descendientes, origina  una tribu orientada en la cooperación del bien común. La maduración sensible de los padres en la captación de las máximas necesidades válidas para todos, asume una función fiscalizadora de las conductas y comportamiento de sus descendientes, siendo ellos los jueces y abogados de su tribu, los líderes y maestros de su educación, los protectores y proveedores de lo necesario. 
En esta familia natural las relaciones se establecen siempre orientadas en una finalidad compartida que beneficie a todos en su naturaleza. Y quien pretende o propone un bien común, seduce con afecto atendiendo, entendiendo y estando siempre atento a las necesidades, intereses u obligaciones del otro para el bien de todo; persuade con la verdad siendo sincero y objetivo en el juicio justo y motiva con el ejemplo de lo correcto, adecuado y completo. Por lo tanto el otro, el receptor, responde motivado, confiado o convencido y atraído por el derecho a disfrutar del bien propuesto. Esta dinámica posibilita la ética en las relaciones interpersonales y facilita la amistad, el entendimiento y la cooperación entre personas.
La formación y maduración moral del individuo que controla el celo y los instintos, que domina las virtudes de la prudencia en la elección de alternativas válidas, de firmeza en el cumplimiento del deber y de templanza frente a las diferencias y que domina los extremos emocionales, intelectuales y motivacionales, al establecer su núcleo gestor familiar, sobre la base de la conquista de su naturaleza humana, experimenta la sensación de correlatividad vincular filio-paternal (de él hacia sus padres) . Experimenta la sensación de correlatividad vincular fraterno-conyugal (de él, o ella, con su pareja) y experimenta la sensación de correlatividad paterno- filial (del padre al hijo) en ese establecimiento de correlatividad afectiva se confían y convencen en la concordia de las razones naturales y se asemejan en la similitud de sus conductas, pensamientos y juicios. El parecido entre diferentes, posibilita la conexión y en ese atractivo conectivo se elimina la posibilidad del desprecio. El humano maduro en su naturaleza no desprecia, no acusa ni reclama, porque al ser maduro responde,  resuelve y realiza lo necesario. El ser maduro no critica, reprocha o reclama porque su sensibilidad madura está siempre atenta a atender, entender y estar atento a las necesidades máximas que benefician siempre a todo. El ser maduro realiza, corrige y orienta.  En un ambiente compuesto por maduros se respira beneficio, certeza y felicidad.

El reclamo no resuelve, solo declara el error o al errado, pero no resuelve el problema, lo mismo ocurre con quien acusa. Afirmar al originario de un problema no lo soluciona y menos el que lo rechaza. Por lo mismo, el reclamo es solo una ofensa sobre el reclamado porque lo descalifica, la acusación es solo la declaración del autor de un error, que sigue existiendo aun conociendo al que lo causó. Estas conductas son antinaturales, no benefician nunca a nadie, por eso no se ven en la Naturaleza de las especies naturales. El instinto no reclama, resuelve; no acusa, soluciona y no rechaza, realiza. El instinto cumple el rol de protector custodio. Si el animal humano que llevamos en cada uno de nosotros cumple, resuelve y responde ¿cómo es posible que la conciencia inteligente y responsable de los humanos no lo haga?

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